domingo, 27 de febrero de 2011

Intuición


A medida que voy escribiendo las entradas para este blog, me doy cuenta de que en todas, más tarde o más temprano, acabo diciendo que, de una forma u otra, le hagáis caso a vuestra intuición.
Insisto en ello porque sé que para algunas personas no es fácil “fiarse de su nariz”. Puede que sea una cuestión de inseguridad en si mismo o como, en mi caso, sea una cuestión de tozudería por saber el porque de todo. Llegas a este mundo “esotérico”, “místico” o como queráis llamarlo por infinitos caminos. Unos llegan con una fe ciega que puede seguir toda la vida, o ir perdiéndose con el tiempo y las experiencias. Otros llegan con curiosidad y con una actitud de alumno sediento de conocimientos, pero sin fe. Algunos la van adquiriendo, otros no; todo depende de lo que vayáis encontrando por el camino y las experiencias que os harán vivir. Recuerdo que cuando empecé a “tocar” el tarot, un día me dije que era necesario hacer un estudio sobre el terreno para comprobar si realmente funcionaba por vía “esotérica”. Visité a unos 10 tarotistas y me encontré de todo. Unas tenían montadas unas consultas en las que solamente entrar te acongojabas con el ambiente; muchos santos, muchas velas, muchos cuadros con la cara de sufrimiento de un “supuesto Cristo” y vestían unas túnicas dignas del famoso Rappel. Este tipo de tarotistas me hablaron de males de ojo, de magia negra y me ofrecieron un presupuesto muy abultado para “limpiarme”. En concreto hubo una que al decirle yo que no tenia tanto dinero, me soltó:” pues dame el reloj que llevas y arreglado”. Evidentemente no caí. Pero me hizo abrir los ojos sobre qué tipo de personas puedes encontrarte en este mundo tan especial. Hubo otra que su consulta era tan aséptica como un escaparate de muebles minimalistas. Esta leía el tarot como si estuviera siguiendo un  manual de cartomancia. Visité también un tarotista, que en ese tiempo era el brujo de jet set de Barcelona. El precio de la visita era el doble de lo que cobraban los demás. Su consulta reflejaba lo que era: “un marqués echando las cartas”. Muy educado, muy culto y muy “ad hoc” con lo que representaba; y si, sabia leer el tarot divinamente, sin amenazas de magias extrañas y con mucha, mucha psicología a sus espaldas. Se le notaban los años de experiencia y el tipo de gente con la que trataba, pero a mi entender, muy caro. Entre los 10 tarotistas que visité sólo hubo una que “clavó” la información. El pasado, el presente ( me relató una escena que estaba ocurriendo en ese momento a kilómetros de donde estábamos y que mas tarde comprobé con los protagonistas- hasta me dijo como iban vestidos y no falló ni en un color-) y el futuro, había sido, era y fue como ella dijo.
Ante esta demostración, me rendí a la evidencia. Si hay tarotistas buenos que son videntes, que no se aprovechan de los que asistimos a sus consultas, cobrando un precio razonable por sesión y que no te piden tus dos riñones para efectuar una limpieza.
No os fieis de los que os piden dinero (sea la cantidad que sea)por un lavado.. Estoy de acuerdo en que se cobre una cantidad razonable por una consulta de tarot. Al fin y al cabo te están dando un servicio y hay personas que han hecho de esta habilidad su modus vivendi, pero guardaos muy mucho de los que se aprovechan de las desgracias ajenas, y más si os amenazan con que si no pagáis, caerá sobre vuestras cabezas toda la ira de los Dioses. A lo largo de todos estos años me ha quedado clara una máxima: el que realmente es especial te ofrece su ayuda sin pedir nada a cambio. He visitado a personas “conectadas” y muy sabias que, si viven de esto, tienen tarifas asequibles, o  solo aceptaban la voluntad o  ni tan siquiera eso. Todos te dicen lo mismo: que el don que les ha sido entregado es para ayudar a los demás y que con eso no se comercializa, además te ofrecen su ayuda “extra”
desinteresadamente.
La primera impresión que se tienes al entrar en una consulta, suele ser la buena. Fiaros de vuestra intuición. Y si al entrar se os pone el vello de punta u os sentís mal, os aconsejo que cerréis canales (aquí cada uno tiene su sistema) y paséis el mal trago como mejor sepáis.
La intuición se tiene, pero también se entrena. No hace falta ser una persona  especialmente sensible para notar cosas; lo único necesario es que sepáis reconocer los síntomas del aviso. Todos generamos energía y ésta es percibida por los demás, seamos conscientes de ello o no. En ella van nuestros miedos, nuestros estados de ánimo y nuestros pensamientos. Al igual que pasa con las personas también sucede con las cosas y los lugares. Notamos la energía de las plantas, de los animales, de los minerales y de los lugares. Existen sitios en los que nos encontramos particularmente bien o por el contrario hay lugares que nos generan mal estar o repelús directamente. Eso es porque notamos, aunque sea inconscientemente esas vibraciones y lo que traen con ellas. Hay personas a las que rechazamos solo verlas y al contrario, hay otras con las que se establece un sentimiento de complicidad sin razón aparente. Es necesario analizar todas estas sensaciones para llegar a ser conscientes de los mensajes que nos manda nuestra intuición y aprender a entenderlas y aplicarlas en nuestra vida cotidiana. Los antiguos erigieron templos en lugares especiales, dónde la energía de la tierra se notaba en mayor grado. Los llamados chakras terrestres están presentes en nuestra civilización desde el principio de los tiempos; teniendo en cuenta que los hombres de antaño estaban más sensibilizados con las energías y vivían acorde con la naturaleza, sería cuestión de mirar hacia atrás y aprender algunas cosas que, con el tiempo, han sido olvidadas. Vivir en consonancia con la naturaleza y respetarla no es  más que entender que formamos parte de un todo y que si esa armonía se estropea, nos  vamos de cabeza hacia nuestra extinción. Cada vez que desaparece una especie, por pequeña que sea, estamos condenando el planeta y por ende a nosotros mismos.





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